18 enero 2016

Capitán Waleo capítulo 7

La nave Entrom-Hetida, código de la Flota Estelar EH876-C, surgió del hiperespacio en algún lugar entre las estrellas. Al mando, el capitán Xujlius Waleo. Todo parecía normal en el puente de mando.
      De pronto, se oyó un fuerte chirrido, como un frenazo. La nave se detuvo bruscamente, tanto que la gravedad artificial falló por un momento y todos a bordo se vieron lanzados hacia delante.
      —¿Qué ha ocurrido? —preguntó de inmediato el capitán.
      —Ni idea, capitán —respondió el ingeniero Gram Dixim-Owurro—. En un segundo lo averiguo.
      El ingeniero activó los programas de rastreo de los sistemas de a bordo. Un minuto más tarde, daba la respuesta:
      —Me temo que el chirimbolo se ha quedado mudo, capitán. Los motores de hiperimpulso están detenidos, porque sin el chirimbolo no son operativos.
      —¡Vaya hombre! Fresntgongo, informe sobre los sistemas vecinos.
      El auxiliar de comunicaciones aportó los datos solicitados.
      —Mala suerte, capitán, lo más cerca que tenemos es Kalibut-III, al menos a una distancia aceptable. También está Lorenzo-V, pero sería demasiado el recorrido en espacio normal.
      —No, a Lorenzo-V tendríamos que ir por el hiperespacio —comentó Waleo tras consultar el mapa espacial—. Y los de Kalibut-III son tan rácanos que no regalan ni los buenos días, con ellos no se puede hacer negocios, son unos usureros.
      —Disculpe, capitán —observó Dixim-Owurro—, pero de una forma u otra hay que conseguir un chirimbolo. Y Kalibut-III es la única opción.
      —La única, no. Fresntgongo, localice algún buhonero cercano. Tiene que haber alguno.
      Tardó un rato, pero el aludido encontró lo que se deseaba.
      —¡Capitán! Tengo en línea a Jansolo, con su nave Falcón Millonario. ¿Se lo paso?
      —Jansolo, ¡hum! Si no hay nada mejor…
      —Me temo que no, capitán.
      —OK. ¡Pásemelo!
      La imagen femenina de Lisandra, la computadora de a bordo, fue sustituida por una cabeza humana, masculina. Jansolo tenía cara de pícaro, pero de edad madura, alguien difícil de engañar. Detrás se apreciaba, borrosa, una vaca.
      —¡Jansolo! ¡Dichosos los ojos! —exclamó Waleo.
      —¡Xujlius, viejo tunante! ¿Todavía andas con ese cacharro de nave Wiki?
      —¿Quién eres tú para criticarme, con tu trasto coreliano? Veo que sigues con Chu, la vaca.
      —Chu, vaca lechera, no es una vaca cualquiera. Y tú lo sabes.
      —Te da leche merengada, ¡ja, ja!
      —Bueno, vamos a tratar temas serios. ¿Qué se te ofrece, picarón?
      —Necesito un chirimbolo, viejo pirata.
      —¿Para tu nave? No tengo.
      —¡No me hagas esa faena!
      —Bueno, hay algo que puedo hacer. Tengo chirimokas en buen estado. ¿Sigue contigo ese bicho raro de Gram Dixim-Owurro?
      —Sí, ¿por qué? ¿Es que te has enamorado de su careto?
      —Porque con las chirimokas se puede confeccionar un buen chirimbolo, ¿no lo sabes, vejete? Pregúntale a tu ingeniero.
      —¿Es así, oficial Dixim-Owurro? ¿Puede usted confeccionar un chirimbolo con chirimokas?
      —Si están en buen estado, sí, capitán —respondió el ingeniero—. Necesitaría un mínimo de cinco chirimokas. Mejor si son seis, por si acaso se estropea un segmento al separarlo del resto.
      —Seis chirimikas te puedo dejar, bandido —intervino Jansolo—. El precio, el de siempre, ya lo sabes.
      —No pienso darte más que el 25%, pirata de barrio.
      —No te creas que podrás convencerme con tu regateo, bandido. Acepto rebajar al 80%.
      —Cincuenta.
      —Setenta.
      —Sesenta por ciento, y ya te vale, usurero.
      —De acuerdo, Waleo, tuyas son las seis chirimokas. Trae tu lanzadera en lo que las busco en el depósito.
      El capitán abandonó la nave en la lanzadera A, pues no quería dejar el trato a un subalterno fácil de estafar. Además, quería ver a Chu, la vaca lechera.
      La nave Falcón Millonario olía a establo, pues eso era en realidad en parte. Chu pastaba por la cabina y, como buena vaca, no se preocupaba gran cosa por donde hacía sus necesidades. Waleo tuvo que fijarse donde pisaba, pero eso no evitó que se manchara las botas con caca fresca de vaca.
      Recogió las seis chirimokas en una bolsa y entregó a Jansolo lo acordado.
      Volvió a la lanzadera limpiándose las botas. Había vuelto a pisar donde no debía. Y por mucho que limpiaba, el olor a vaca no se iba.
      Gram Dixim-Owurro recibió las chirimokas con sentimientos ambivalentes. Por un lado, era un honor que se confiara en él para confeccionar un chirimbolo, esencial para que la nave siguiera viajando por espacio. Una vez más, la Entrom-Hetida podría funcionar gracias a él.
      Pero por otro lado estaba hasta las mismísimas narices de que contaran con él para arreglar la nave. Ahora no podría simular la enfermedad que tenía habitualmente.
      Bueno, simular no era la palabra, Dixim-Owurro se enfermaba de verdad. Pero lo suyo era psicosomático, y él no lo reconocía; cada vez que leía algún nuevo trastorno sentía los síntomas. Como buen hipocondríaco, tenía todas las enfermedades imaginables y algunas que ni siquiera se podían imaginar.
      Eso sí, cuando hacía falta de verdad, el ingeniero olvidaba todas sus enfermedades. Pero anhelaba poder volver a tumbarse en su cama hidráulica, descansado y olvidándose de los problemas de a bordo.
      ¡En fin! Si hacía bien las cosas, podría conseguir un chirimbolo funcional en cuestión de un par de horas. Pero si metía la pata, y rompía algún segmento al separarlo de las chirimokas, tardaría más. Tenía que esforzarse en dejar la sexta chirimoka sin tocar.
      Se rascó las plumas del torso y las escamas de las dos colas mientras planificaba con detalle todos sus pasos.
      Necesitaba precisión robótica. ¡Mierda!
      Tuvo que llamar a 8UM4N05.
      —¡No quiero oírte salvo lo más imprescindible, 8U!
      —De acuerdo.
      —Tienes que extraer los componentes que te indicaré de cada chirimoka y soldarlos a nivel molecular con este soldador. No hace falta que te diga que sólo tú puedes conseguir la precisión necesaria, de lo contrario no te habría llamado. Toma los datos.
      El ingeniero le pasó una unidad de memoria con todo el procedimiento.
      Durante largos minutos, el ingeniero y el robot trabajaron en silencio. Nadie les molestó, porque todos a bordo sabían que incluso una llamada podría significar un error en el montaje.
      El robot separó los componentes según el esquema que le facilitó Dixim-Owurro y se los fue entregando. El ingeniero los recogió con sumo cuidado y los fue acoplando. Alguna vez tuvo que necesitar el soplete manejado por 8U.
      Poco a poco, un chirimbolo fue surgiendo a partir de las piezas separadas de las chirimokas.
      Cuando por fin estuvo terminado, el ingeniero realizó los test de rigor para verificar que era un chirimbolo perfectamente operativo.
      No se enjuagó el sudor porque Gram Dixim-Owurro no era humano y no sudaba. Tampoco lo hizo el robot 8UM4N05 por motivos evidentes. Pero ambos evidenciaban el esfuerzo realizado.
      Al ingeniero le costó dar las gracias al robot. Éste se retiró sin decir nada, pues a fin de cuentas se le había prohibido hablar si no era necesario.
      Sin embargo, Gram Dixim-Owurro no había terminado. Aún quedaba instalar el chirimbolo para sustituir el averiado. Y para eso debía atravesar el nivel seis del recinto motor.
      El nivel seis estaba lleno de huesos, escamas, plumas y exoesqueletos de los antiguos Wikis que habían trabajado en la nave. También había restos fosilizados de otros seres, que habían operado en algún momento en la antigua nave y habían perecido en el desempeño de sus funciones. Gram Dixim-Owurro sentía que las plumas se le erizaban cuando pasaba por allí, pero él era el único a bordo que podía circular por aquel terrible lugar: sólo él conocía los peligros y cómo evitarlos.
      De todos modos, el ingeniero sabía que algún día sus restos se añadirían a los de sus predecesores en el nivel seis y algún otro ingeniero ocuparía su lugar. Mientras tanto, trataba de pasar por allí lo menos posible.
      Entró, atravesó el nivel seis y llegó al chirimbolo averiado. Lo recogió con cuidado: tal vez sólo era cuestión de cambiar alguna pieza, y para eso tenía una chirimoka entera y cinco incompletas. Pero eso sería cuando estuviera mejor. Ahora sustituyó el chirimbolo viejo por el que acababa de fabricar y salió del nivel seis todo lo deprisa que pudo; que no era muy deprisa, pues un paso en falso y se quedaría allí para siempre.
      Volvió al puente después de lavarse las manos y los tentáculos y avisó al capitán Waleo que la nave debería estar operativa de nuevo.
      Activaron los hipermotores. El sonido fue el de siempre. El rugido se oyó en todos los niveles.
      La nave se puso en marcha entre vítores de la tripulación. Saltó al hiperespacio de inmediato.
      El oficial ingeniero Gram Dixim-Owurro se tumbó en su camarote. Sentía un dolor de cabeza creciente, tal vez había pillado alguna enfermedad en el nivel seis, algún virus antiquísimo de los Wikis.
      Claro que el médico de a bordo, ese estúpido de Carlosantana, diría que todo era pura imaginación del ingeniero.
      ¿Qué sabría él?

Capítulo 8
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