14 enero 2016

Capitán Waleo capítulo 6

La hora a bordo era 3:15, muy de madrugada. El capitán Waleo dormía en su camarote cuando lo despertó la llamada del puente.
      —¿Qué ocurre, Lisandra? —preguntó a la computadora—. ¿Alguna urgencia?
      —Lo estoy verificando, capitán. Parece que no.
      —¿Quién está al mando?
      —Yon Willians.
      —Gracias. Ponme con el puente.
      —Aquí, Yon Willians, capitán en funciones. ¡Ah, es usted, Capitán! ¡Dígame!
      —Oficial Willians, ¿sabe usted qué hora es? Creo que en la pantalla tiene la hora de a bordo, dígame lo que marca.
      —Mi capitán, marca 3:17.
      —En tal caso, ¡por el agujero negro central!, ¿por qué me ha despertado, si no hay una emergencia? ¿Es que no podía esperar a que fueran las 7:00?
      —Disculpe, Capitán, pero el Señor Pepesuárez insistió en que lo llamara de inmediato. Se ha comunicado con nosotros por hipertexto, y por lo visto en su mundo es hora normal. Le dije la hora que tenemos a bordo y dijo, permítame citarle «¡Me importa un carajo si hay que despertar a tu capitán, pero yo quiero hablar con él ahora mismo!».
      —¿Y quién diablos es ese tal Pepesuárez para que le hagas caso? ¿Algún politiquillo del Senado Galáctico que se cree más importante sólo por eso?
      —Nada más que el director de la ADG.
      —No me suenan esas siglas.
      —Asociación Deportiva Galáctica.
      Waleo se quedó callado. Ya se acordaba de quién era el fulano. La ADG le había prestado varios millones para pagar las últimas reparaciones de la Entrom-Hetida. Xujlius Waleo había firmado letras a porrillo y aún debía unas cuantas. Si no las pagaba, Pepesuárez podría quedarse con la nave.
      —De acuerdo —cambió el tono agresivo por uno más humilde—. Haz hecho lo correcto al despertarme. Veamos lo que quiere Pepesuárez. Nunca lo he visto, todos mis tratos con él han sido por hipertexto.
      —El Señor Pepesuárez quiere tener una entrevista con usted.
      —Pues que venga a bordo cuando desee, será bienvenido. Prepara un sitio para su lanzadera y…
      —Disculpe si le interrumpo, Capitán, pero Pepesuárez en un babusoide.
      —¡No me jodas! No cabe en esta nave, salvo que rompamos algunas mamparas.
      —Exacto, Capitán. El Señor Pepesuárez quiere que baje usted a su planeta, que es Abderramán IV.
      —¡En fin! No puedo decirle que no. Willians, ponga rumbo a Abderramán IV y vaya preparando una lanzadera para mí, con la tripulación adecuada.
      —¡A la orden!
      Un par de horas después, la lanzadera A de la nave descendía en el espaciopuerto mayor de Abderramán IV. El Capitán Waleo, junto con el Navegante Jojó y el Soldado Himoto tomaron un vehículo automático; lo programaron con las coordenadas de la mansión de Pepesuárez.
      El vehículo se detuvo ante una enorme esfera plateada. Tenía algo así como un kilómetro de diámetro.
      —¡Qué cosa tan grande! —exclamó el soldado.
      —Pequeña para un babusoide —repuso el navegante, más informado.
      —Ustedes dos, quédense aquí —ordenó el capitán.
      Un robot mayordomo guio al Capitán por los laberínticos pasillos, hasta llegar al enorme salón donde aguardaba el babusoide. Se parecía a una enorme babosa, mayor que un elefante terrestre, y estaba tumbado indolentemente sobre un sofá gigantesco.
      —¡Vaya, hombre! ¡Ya tenemos aquí al famoso Capitán Xujlius Waleo!
      —Estoy encantado de conocerle en persona, señor.
      —No mienta, capitán, que sé que mi olor a azufre es repulsivo para todos los humanos.
      —Si usted lo dice…
      Por educación no podía decirlo, pero lo cierto es que Pepesuárez olía a algo que recordaba un montón de pedos de lo más pestilentes, con unos pocos huevos podridos. No se acercó más, se quedó a tres metros de la cabeza del babusoide. Sus dientes afilados podrían desgarrarlo en segundos…
      —¡Es igual! Si le he llamado ha sido porque debía tratar un asunto que no podía tratar de otra forma.
      —Usted dirá.
      —Antes que nada, me permito recordarle que aún me debe cincuenta letras.
      —Creía que eran sólo cuarenta y cinco.
      —Son cincuenta, pero si cumple con esta misión se las perdono. Claro que si no la cumple, es posible que no quede Entrom-Hetida que recoger…
      —Sabe que el peligro no me asusta.
      —¡Como debe ser! Bien, vamos al grano. Capitán, supongo que conocerá el Maratón Galáctico que se celebra este año. Mañana, para ser exactos.
      El Maratón Galáctico era una prueba que se celebraba cada cuatro años, y consistía en recorrer cuarenta y dos mil años luz a través de la galaxia, siguiendo el hiperespacio, por supuesto, pero saltando a los puntos convenidos, las metas locales.
      —¡Claro que sí! Me gustaría participar, pero las naves de la Flota lo tienen prohibido, aunque sí me han solicitado hacer servicios de escolta. No me interesa ese servicio, porque no es digno de una nave como la nuestra.
      —Esta vez sí lo hará. Le ordeno que haga de escolta.
      —Si usted lo dice. ¿Por hacer de escolta me perdonará las letras?
      El babusoide se echó a reír. Era una risa terrible, que hizo que el capitán sintiera miedo en lo más profundo. Otro se habría cagado allí mismo, pero Xujlius Waleo era de otro temple.
      —¡Buen chiste, capitán! Hará de escolta, pero sólo para justificar la misión que le he de encomendar.
      —¡Ya me parecía!
      —Veo que no es tan tonto. Bien, tenemos noticias de que los terroristas del Núcleo Libre pretenden sabotear la prueba.
      Núcleo Libre era una asociación de fanáticos que pretendía mantener libre de vida inteligente el núcleo galáctico. Rechazaba, a veces de formas muy violentas, todo intento de colonizar los planetas centrales.
      —¿Se sabe algo de lo que planean?
      —No, eso es lo malo. Pero tenemos un terrorista arrepentido que ha confesado lo que le acabo de decir. No ha querido dar detalles y ahí es donde usted entra. Capitán Waleo, mañana formará parte de la escolta del Maratón Galáctico. Llevará a bordo al terrorista arrepentido como pasajero; es un humano de este mismo mundo, se hace llamar Juanillo. Y buscará la forma de hacerle confesar los detalles del acto, que, por supuesto, evitará como pueda. Si lo consigue, la nave será suya.
      El Maratón Galáctico era seguido por miles de millones de seres en toda la Galaxia, y además otros miles de millones participaban directa o indirectamente en algún aspecto de su desarrollo. Cualquier atentado contra semejante acontecimiento podría conllevar miles de muertos, millones incluso si afectaba a alguno de los planetas. Sería una catástrofe.
      —¡Así se hará!
      —¿Así me gusta, capitán! Que mantenga el espíritu batallador de la Flota Estelar.
      Jojó e Himoto se sorprendieron al ver salir al capitán con un jovencito harapiento.
      —Este es Juanillo —fue todo lo que dijo el capitán—. Irá con nosotros. Denle una vestimenta adecuada, con una camiseta roja.
      Himoto sonrió. No sabía quién era el tal Juanillo, pero si le daban una camiseta roja era porque la palmaría en cualquier momento.
      A bordo de la nave, Juanillo fue vestido como un tripulante más. Waleo dio orden de dirigirse a Sensenio-V, el lugar de donde partía la Maratón.
      Mientras aguardaban la salida de la carrera, llamó a Juanillo al puente.
      —Bien, Juanillo. Hasta ahora has estado callado, pero me consta que eres miembro de Núcleo Libre y que sabes algo de un atentado contra el Maratón Galáctico. Dime lo que sabes, por las buenas.
      —¡No diré nada! ¡Dejen el núcleo libre de inferencias y no pasará nada!
      —Es sólo una carrera. No veo por qué podría afectar al núcleo.
      —¡Dos de las etapas pasan cerca! ¡Hay madres estelares y otras formas de vida que sufrirán perturbaciones por el paso de las naves!
      —Si tú lo dices. Pero resulta que ya no podemos cambiar el recorrido. Anda, sé buen chico y dime lo que tienen preparado tus colegas.
      —¡No hablaré!
      —Está bien. Ya que me obligas, ¡que venga 8UM4N05!
      El robot se presentó de inmediato.
      —8U, Juanillo sabe algo pero no quiere contarlo. Explícale, con todo detalle, porqué debe decirnos lo que sabe.
      El robot se colocó ante el chico y empezó a hablar.
      —Es evidente que mi obligación está en explicarle porqué está usted obligado a hablar. Desconozco los motivos que le han hecho venir aquí, pero partiendo de unos supuestos lógicos, deduzco que es usted uno de los miembros del llamado grupo Núcleo Libre, cuyos objetivos han sido publicitados por toda la Galaxia y pretenden mantener el núcleo galáctico y sectores próximos libres de interferencias por parte de las distintas especies inteligentes que pueblan la galaxia. Según los informes de dicho grupo, en la zona reclamada existe gran cantidad de entidades más o menos inteligentes, como las madres galácticas o los espíritus de niebla, nombre con el que se conocen seres de plasma que habitan el espacio interestelar…
      Dos horas más tarde, 8U seguía con su alegato, imparable.
      —Y las pautas de comportamiento de los activistas de Núcleo Libre señalan una marcada tendencia antisocial, lo que les mueve a realizar acciones cuyos efectos son superiores a lo que se quiere proteger, lo que demuestra cierta insensibilidad social y…
      Una hora después, Juanillo empieza a gritar.
      —¡BASTA! ¡BASTAAAA! ¡Hablaré, diré todo lo que haga falta!
      —Robot 8U, te ordeno que te calles —dijo el capitán y volviéndose hacia el activista, le exigió—: Habla tú o vuelvo a dejar que el robot siga con su alegato.
      —¡No, eso no! ¡No lo soporto! Mis compañeros han sembrado la ruta de fragmentos de metal, de forma que las naves choquen contra ellos al salir del hiperespacio.
      —¡Serán hijos de…! ¿Conoces las localizaciones de los escombros?
      —Sí, están en estos puntos que he memorizado.
      Juanillo comenzó a decir grupos de coordenadas. Lisandra, que por supuesto estaba siguiendo la conversación, fue registrando las distintas series.
      Entre tanto, el Capitán Waleo dio otra orden.
      —¡Preparen el barredor!
      Delante de la proa de la nave se formó una red gigantesca, con una forma que recordaba a un enorme cepillo de barrer. Estaba destinada a recoger escombros en aquellos lugares donde abundaran en exceso.
      Entretanto, la carrera ya había partido. La Entrom-Hetida iba en la cola, como le correspondía por su cometido de escolta.
      Waleo examinó la primera serie de coordenadas.
      —¡Tenemos que ponernos en cabeza! —dijo.
      La nave se lanzó a adelantar a todos los vehículos en la carrera. Los reporteros que seguían la competición comentaron el hecho sin darle mayor importancia.
      Pronto, la Entrom-Hetida estaba por delante del primer clasificado. Fue entonces cuando saltó al hiperespacio.
      Llegó y se encontró con una nube de escombros. De inmediato, empezó a recogerlos con su barredor.
      Cuando, minutos después, saltó el primer navío de la carrera, se encontró con un espacio libre de escombros.
      Para entonces, la Entrom-Hetida ya había saltado al segundo punto.
      Durante varias horas, la nave fue saltando delante de todos los corredores, deteniéndose el tiempo justo para eliminar los escombros; la mayoría los barría sin más, pero alguno tuvo que ser eliminado con un pedo-Thor.
      La carrera proseguía detrás, sin incidentes destacables, al menos incidentes ajenos a la propia carrera.
      Por fin llegaron a la meta.
      Un sorprendido Pepesuárez vio cómo la Entrom-Hetida cruzaba la meta bajo las aclamaciones de todo el público. Tardaron un buen rato en darse cuenta de que no era una nave de carrera.
      El primer clasificado, Jalim-Plix con el número 45 y tripulado por el grinoide Jalim, fue el ganador de la carrera.
      Pepesuárez entregó la banda de ganador, aunque dijo, de forma que todos lo pudieron oír:
      —Esta banda debería recibirla el Capitán Waleo, de la nave Entrom-Hetida. Fueron ellos quienes realmente ganaron la carrera.

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