10 noviembre 2014

Jimmy Cara de Caballo - fin

Episodio 10: El Coyote
     
En el pueblo de Press Town, el sheriff Tom Todelbott le saludó nada más verlo llegar. Fue un saludo muy efusivo por varios motivos: primero, porque no estaba cantando, lo que significaba buen tiempo; segundo porque Jimmy Cara de Caballo era un viejo amigo de Tom Todelbott; y tercero, porque ambos solían jugar al póker.
      -¡Jimmy! ¿Qué se te ofrece de nuevo por aquí?
      -¡Hola, Tom! Vengo a ver si me entero de algún trabajo.
      -Entretanto, ¿te vienes a jugar una partida?
      -Estoy sin blanca, Tom.
      -¡Ya me parecía a mí que tienes mala cara! ¡Si hasta Cara de Jimmy se ve tristón! ¿No te queda ni para jugar una partidita?
      -Sólo tengo una moneda de cinco centavos, Tom. No me daría ni para abrir el juego...
      -Ya veo. Y dices que buscas trabajo, ¿no?
      -Sí, pensaba leer el periódico.
      -No hace falta. Además, para leer el periódico “Press Town Press” tendrías que ir al saloon de mi tío, ya sabes, la Cabaña del Tío de Tom.
      -¡Ya! Con sólo cinco centavos ni puedo entrar en el saloon.
      -Pero repito que no te hace falta. El granjero Gram Hujote está buscando vaqueros para llevar su ganado al Rancho Risso en  Perriwatson City. Y paga bien.
      -¡Pues ya me dirás donde está ese tal Gram Hujote!
      -En el saloon, jugando una partida al póker.
      -¿Puedes decirle que le espero aquí en la puerta?
      -Se lo diré.
      Cara de Jimmy relinchó una par de veces. Jimmy Cara de Caballo le respondió:
      -No te preocupes, Cara de Jimmy, no pienso entrar al saloon ni aunque me paguen un adelanto. Sobre todo si me lo pagan, no sea que me lo gaste enseguida.
      Poco después salía el sheriff  Tom Todelbott acompañado de un señor bajito y rechoncho, el cual tenía la mano llena de billetes mientras los contaba.
      -¡Je, je! Se me ha dado buena mano, hoy, ¿no lo crees Tom?
      -¡Desde luego, Mister Hujote!
      -¿Y dónde está ese vaquero que decías?
      -Aquí mismo. Jimmy, te presento a Mister Hujote; este es Jimmy Cara de Caballo.
      Cara de Jimmy relinchó.
      -Y su caballo Cara de Jimmy, que también desea ser presentado.
      Viendo al caballo y su jinete, Gram Hujote comentó:
      -Creo que están hechos el uno para el otro, no me cabe la menor duda. Y bien, señor Cara de Caballo, ¿quiere usted trabajar conmigo?
      -Si las condiciones son buenas -respondió Jimmy.
      Durante un buen rato discutieron las condiciones. Finalmente, Gram Hujote estrechó la mano de Jimmy Cara de Caballo y dio una palmadita a la grupa de Cara de Jimmy, mientras decía:
      -¡OK, trato hecho! Salimos mañana al amanecer de aquí mismo, junto al saloon!
      -¡OK, Jefe! ?replicó Jimmy?. ¡Hasta mañana!
      Cara de Jimmy también relinchó despidiéndose.
     
Por la mañana, antes de amanecer. Jimmy llegó a la explanada junto al saloon, montado en Cara de Jimmy. Allí estaba  Mister Gram Hujote sobre un precioso caballo blanco; a su lado se hallaba un mexicano a lomos de un burrito. No había nadie más.
      Jimmy pensó que los demás vaqueros aún no habían llegado, así que preguntó:
      -¡Hola Mister Hujote! Veo que llego pronto, ¿no es cierto? Aún falta gente por venir.
      -¡Qué gente y qué diablos! -exclamó Gram Hujote-. ¡Ya estamos todos! Este es Pancho Colate. Pancho, este vaquero es Jimmy Cara de Caballo, y su caballo Cara de Jimmy.
      -¡Pos ándale, que estoy muy dichoso de conocerlo, señor Jimmy! -respondió el mexicano-. Y mi burrito se llama Burrito, ¡faltaría más!
      -Pues yo también tengo gusto en saludarle, señor Colate -dijo Jimmy. Y como Cara de Jimmy relinchó, añadió-. Y Cara de Jimmy también quiere saludar a Burrito.
      Al oír esto último, Burrito rebuznó.
      -¡OK!, ¡Pongámonos en marcha! -gritó Gram Hujote
      -¡Un momento, Mister Hujote! -observó Jimmy-. ¿Seguro que no falta nadie? ¡Sólo somos dos!
      -Dos son todo lo que necesito para llevar el ganado al Rancho Risso -replicó el ganadero-. ¿Vamos, o se queda aquí?
      -¡Andando, Cara de Jimmy! -dijo Jimmy Cara de Caballo.
      -¡Pos ándale, arre Burrito! -gritó Pancho Colate.
     
Y los tres salieron del pueblo. Jimmy se sentía contento, así que comenzó a cantar su canción favorita.
      -¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!
      Cara de Jimmy relinchaba, respondiendo.
      Oyéndolos, tanto Gram Hujote como Pancho Colate se quedaron atónitos.
      El mexicano hizo callar a Burrito, que se había puesto a rebuznar.
      -¡Calla, Burrito, que parece que hubieras comido tamales con demasiado chile! ¡Por mi madre bendita, que no sé si es el caballo el que canta o el vaquero yanqui el que relincha!
      Y el ganadero Gram Hujote miró hacia el cielo, preocupado. Las nubes comenzaban a amontonarse.
      -Mister Cara de Caballo -dijo-. El sheriff Todelbott me advirtió de que no debía dejarle cantar, si quería tener buen tiempo. Creo que ahora entiendo por qué lo dijo. ¡Le ordeno que deje de cantar!
      -¡OK, Jefe! -replicó Jimmy, enfuruñado. Pero obedeció y dejó de cantar.
      Casi enseguida, salió el sol.
      Llegaron así a un cercado donde se hallaba un par de hombres de aspecto cansado. En el interior del cercado había un buen número de cabras.
      -¡Peter, Wilson, ya llegó el relevo! -gritó Mister Gram Hujote-. ¡Pueden irse a casa!
      -¡OK, Jefe! ¡Que tenga buen viaje! -gritaron los dos hombres al unísono, y se marcharon.
      Jimmy y Pancho descabalgaron y se acercaron al rebaño. Jimmy miraba a las cabras todo extrañado.
      -¿Éste es el ganado, Mister Hujote? -preguntó-. ¡Son cabras!
      -¡Sí, son 200 cabezas de ganado! ¿Algún problema?
      -Es que... yo soy vaquero, no cabrero.
      -Pues ahora será cabrero. A no ser que prefiera regresar a Press Town sin cobrar ni un céntimo...
      -Claro que no...
      -Pues ¡adelante!
     
Entre los tres hombres dirigieron el rebaño. Delante iba Mister Gram Hujote, guiándoles, detrás de los animales marchaba Pancho Colate y en el medio iban Jimmy Cara de Caballo y su caballo Cara de Jimmy.
      Jimmy no cantaba. Ya le habían advertido de que no debía hacerlo, no sólo porque podía llover sino además porque las cabras se ponían muy nerviosas al oírlo.
      Caminaron así todo el día. Al anochecer, Pancho Colate se puso a hablar con él después de comer unos frijoles.
      -Señor Jimmy, debo avisarle de un peligro que podemos hallar por el camino. Se trata del Coyote.
      -¿Hay coyotes por aquí? No hay problema, tengo una pistola.
      -¡No digo coyotes, digo El Coyote! Es un bandido muy peligroso.
      -Pues muchas gracias, Pancho, tendré cuidado con El Coyote.
      Y sin más, se echaron a dormir.
     
El viaje no tuvo mayor novedad. Durante varios días avanzaron por las montañas con el rebaño de cabras, siempre guiados por Mister Gram Hujote. Por la noche dormían al raso. A veces, si era temprano, Pancho Colate cogía su guitarra y cantaba alguna ranchera, pero a Jimmy no le dejaban cantar.
      A Jimmy se le hacía extraño oír balar a las cabras, acostumbrado como estaba al mugido de las vacas. Pero eran unas cabras muy mansas que no dieron el menor problema.
      Por fin llegaron al Rancho Risso, cerca de Perriwatson City. Guardaron los animales en el cercado, y Mister Hujote dio a cada uno su paga. Pancho Colate montó en su burro Burrito y se dirigió al sur. Jimmy Cara de Caballo también montó en Cara de Jimmy y marchó al poblado de Perriwatson City, que no conocía.
      Nada más salir del Rancho Risso, un hombre vestido de negro se le acercó.
      -¡Disculpe, caballero! -dijo-. Estoy buscando una persona inteligente, que sepa aprovechar una oportunidad cuando la tenga delante.
      -Ese soy yo -dijo Jimmy.
      Cara de Jimmy relinchó, protestando, pero Jimmy Cara de Caballo no le hizo caso.
      -Pues verá, caballero, tengo una mina de oro y no puedo atenderla porque, sabrá usted, soy alérgico al oro.
      -¡Alérgico al oro! ¡Qué raro!
      -Raro, pero le juro que es verdad. Y se trata de una desgracia por completo, pues ¿cómo puedo explotar la mina de oro si no puedo tocar siquiera el mineral?
      -Desde luego es un problema, sí.
      -Por eso la estoy vendiendo. Muy barata, eso sí, ¡y tenga en cuenta que es una mina muy productiva!
      -¿Y en cuánto la vende?
      -Una ganga, ya le digo. Sólo por 37.000 dólares será suya.
      -Pues es una pena, porque no tengo tanto dinero.
      -¿Debo suponer que le interesa a usted la mina de oro?
      -Pues sí. Tengo otra, pero ya no me produce y si pudiera conseguir una buena...
      -¡Tiene otra mina de oro! ?al desconocido se le encendieron los ojos
      -Sí, pero ya no da nada. Lo último que saqué de ella fueron cinco centavos.
      Los ojos del desconocido se apagaron al saber que la mina de Jimmy no valía. Continuó con su oferta.
      -Bueno, tal vez podamos llegar a un acuerdo. ¿Cuánto dinero me puede ofrecer?
      Empezó así un tira y afloja. Finalmente, Jimmy entregó todo el dinero que le había pagado Mister Gram Hujote y el título de propiedad de su mina, a cambio del título correspondiente a la mina del hombre de negro.
      Como prueba de la producción de su mina, el desconocido le ofreció una pepita de oro. A Jimmy no le extrañó que pudiera coger la pepita en la mano, si era alérgico al oro, pero Cara de Jimmy relinchó.
      Finalmente, Jimmy Cara de Caballo fue al lugar donde según el mapa debía estar la mina de oro. Después de mucho buscar halló una especie de pozo tapado con unas tablas. Salía un olor pestilente...
      Jimmy levantó las tablas y comprobó que el pozo estaba inundado con unas aguas realmente malolientes. Pensaba en la manera de vaciar el pozo para llegar al fondo de su mina cuando se acercaron varios labriegos.
      -¡Eh, oiga! -le gritaron-. ¿Por qué ha destapado el pozo negro?
      -¡Porque ésta es mi mina de oro y voy a limpiarla!
      -¡Mina de oro, dice! -Todos se echaron a reír-. ¡Mina de mierda, si acaso! Ahí es donde vaciamos el agua de nuestros retretes, y si hay oro será alguna sortija que se cayó...
      Jimmy les mostró el documento con el título de propiedad.
      -Mira, John, ¡es El Coyote otra vez! ¡Pobre diablo! -dijo uno de los labriegos dirigiéndose a otro.
      Jimmy se fijó en la firma que tenía el documento. Ponía “Coyote” bien claro.
      Les mostró la pepita de oro. El llamado John la cogió y raspó con una uña. La pintura de purpurina se desprendió, mostrando debajo una piedra de lo más vulgar.
      Lleno de rabia, Jimmy lanzó la piedra al pozo, salpicando a uno de los labriegos con el agua sucia.
      -¡Eh, tenga cuidado! -exclamó.
     
Por lo menos, los labriegos le ofrecieron a Jimmy una comida y agua. Lo mismo para Cara de Jimmy. También ofrecieron una cama para pasar la noche, pero Jimmy Cara de Caballo no quería estar más en aquel sitio.
      Lleno de tristeza porque otra vez no tenía dinero y de rabia por la forma en que se habían burlado de él, se alejó del lugar caminando hacia el oeste.
      Se puso a cantar su canción favorita.
      -¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!
      Cara de Jimmy relinchó en respuesta.
      Uno de los hijos de los labriegos los oyó y, asustado, corrió a esconderse en su casa.
      Casi de inmediato empezó a caer un tremendo chaparrón.
     
Y así siguieron, caminando y cantando bajo la lluvia, Jimmy Cara de Caballo y su caballo Cara de Jimmy. Caminaban hacia el oeste en busca de más aventuras.
     
-¡Al 'ueste', vamos al 'ueste'! ¡Al 'ueste', vamos to's pa'llá!
     
     
FIN


Todas estas aventuras están en el libro...


No hay comentarios: